El arcángel Gabriel visitó a María para darle la noticia de que en su vientre llevaba al hijo de Dios, un niño al que tendría que llamar Jesús.
A su llegada a Belén, María y José buscaron un lugar para alojarse, pero nadie les quiso dar alojamiento.
Muy cerca de allí, un grupo de pastores descansaban con sus rebaños de ovejas. Los pastores en las noches estrelladas solían agruparse para conversar y protegerse entre sí de los lobos y ladrones que acechaban por la zona.
Estando todos reunidos, de pronto vieron una luz intensa que los sorprendió, ellos tuvieron muchísimo miedo. La luz era un ángel que se acercó a ellos y les dijo que no temieran y les contó que el Mesías había nacido. También les explicó como llegar hasta el establo donde Jesús estaba y de qué manera encontrarían al niñito.
Los pastores llegaron hasta el establo y se encontraron con María, José y un bebé muy especial envuelto en sencillas mantas en una cunita hecha de paja, tal cual se lo había descrito el ángel.
Los pastores se arrodillaron ante el niño y lo adoraron.
Muy lejos de allí, en Oriente, tres sabios astrólogos llamados Melchor, Gaspar y Baltasar, sabían que esa estrella significaba que un nuevo rey estaba a punto de nacer.
Los tres sabios, a los que conocemos como los Tres Reyes Magos, fueron siguiendo la brillante estrella hasta el pesebre de Belén para visitar a Jesús.
Cuando llegaron a su destino, Melchor, Gaspar y Baltasar buscaron el pesebre y le regalaron al Niño, oro, incienso y mirra
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