Reflexión del día de la Inmaculada...

¿Qué hacéis cuando no tenéis ganas de hacer lo que debéis hacer?


Qué fácil es elegir cuando lo que “debemos hacer” es agradable (hoy debo descansar, hoy debo salir con mis amigos al cine…). Qué difícil es cuando lo que “debemos hacer” nos es mucho del agrado personal : hoy debo estudiar historia o matemáticas, o ayudar a mi madre en casa. Y, todavía más duro, cuando, además de poca motivación, sabemos que hacer lo que debemos hacer lleva consigo cierto desasosiego o incertidumbre personal.

Pero así es la vida. La vida no siempre es placentera, agradable o apasionante. La vida está muchas veces marcada por la incertidumbre, la pereza, el desasosiego… pero no nos queda otra que renovar, sobre todo en esos momentos, la necesidad de querer hacer lo que realmente debemos hacer. Llenarnos de la gracia de Dios, como María. Ella es la que, en caso de duda, dilucidó las opciones de su vida recuperando siempre que debía hacer lo que debía hacer, y no otra cosa. María es icono de nuestra humanidad y, como icono, reivindica de nosotros que hagamos siempre aquello que tenemos que hacer.

Hacer lo que debemos hacer, ¿por qué? ¿cuál es la razón?
A María cuando se le presentó el Ángel, cuando se le puso delante de sus ojos la voluntad de Dios pudo haber hecho muchas cosas: hacerse la sorda, dejando pasar aquel proyecto; haber respondido a medias e, incluso, podía haber justificado una posible respuesta negativa (“me pides más de lo que te puedo dar”).

Ninguna de esas opciones fue la de María: la respuesta de ella fue la de la esperanza, la del Adviento: “no me queda otra que fiarme de Aquél que me ama más que yo misma; esperar en la Palabra de quien solo quiere mi bien y el bien de todos”.

La respuesta de María fue hacer lo que debía hacer porque ella entendía que la seguridad de su existencia estaba en depositar toda su esperanza en las manos del Padre: “ahí, en sus manos, radica nuestra seguridad”. Cuando dudemos, cuando no veamos las cosas claras, cuando estemos pasando un mal momento… apoyemos nuestra vida en las manos del Padre, del que nos ama más y mejor que nadie.

Reflexión

- ¿Por qué nos cuesta hacer lo que debemos hacer?
- ¿Cuándo sentís que no hacéis las cosas bien, como corregís la situación?
- Recordad alguna vez que hiciste lo que debías hacer, ¿Cómo te sentiste?
- ¿Qué podemos aprender de María para enfrentarnos a las situaciones difíciles de la vida?

Oración final
Querida Madre, hoy recurrimos a Ti para pedirte que intercedas por nosotros. Te pedimos para que, en todos esos momentos que dudamos, estamos inquietos, o no estamos seguros… volvamos a Ti nuestra mirada y aprendamos de tí hacer siempre lo que debemos hacer.

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